Hace unos días Notre Dame ardía. Para casi todos, un desastre. Para Francia, una hecatombe. Para los que tenemos fotos de tiempos pasados de nuestras vidas, que siempre bajo el prisma de los años se ven más felices de lo que fueron, un motivo de tristeza.
Como siempre, tenemos desde el postureo de colgar imágenes de cada uno de nosotros en Notre Dame o de estado en WhatsApp a los que aprovechan para criticar, con sus fobias y sus filias empujándoles tenazmente, todo lo que se pueda ver como positivo tras el desastre.
De entrada hay personas que casi ven el apoyo a Notre Dame como una justificación a todo lo malo que ha hecho la iglesia durante siglos, como si por querer que se reconstruyera estuviéramos apoyando la pederastia o las misiones del siglo XVI, como si el karma hubiera tenido algo que ver.
Pero más allá de estas actitudes minoritarias y extremas, me quedo con el ataque a las donaciones que han hecho diferentes multimillonarios franceses para reconstruirla.
De entrada, diría que gastarse mi millones sería, sin duda, un buen negocio para el gobierno Francés y para el Ayuntamiento de París, porque sin duda la magnética atracción de Notre Dame sobre los turistas es especial: antes ya lo era pero lo será más ahora. Notre Dame, que sobrevivió a Guerras Mundiales, no ha podido con los Pepe Gotera y Otilio franceses.
El baile de cifras está sobre los 700 millones de euros que ya se han comprometido, en tiempo récord, a pagar los millonarios franceses para resucitar a la Catedral. Y aquí salen las personas a las que le parece demasiado porque, gran descubrimiento, hay hambre en el mundo.
Es un tema recurrente. El dinero es finito y lo gastamos en una cosa y no en otra. Y sí, en este caso se gastará en volver a poner piedras una sobre otra y no en dar de comer a niños que se mueren de hambre. ¿Inaceptable? Seguro.
Pero ahora bajemos del púlpito: ¿no es igual de inaceptable que los que lo critican hayan escrito ese post en facebook desde su iphone de 800 euros o desde su Samsung de 300?. Porque, les voy a dar una mala noticia, al no haber invertido su dinero en pagar vacunas para el tercer mundo han condenado a la muerte a varios niños.
Lo sé, el párrafo anterior es una barbaridad y, ya de entrada, pido disculpas. Porque al estar escribiendo el post desde mi Mac de 1000 euros soy responsable de unas cuantas muertes también.
Es lo que pasa si llevamos las situaciones al absurdo. Pongamos otro ejemplo: los presupuestos de la Generalitat de Catalunya. Una crítica al independentismo, o al catalanismo en general, es lo que se gastan en "la lengua". Porque, claro, lo importante es sanidad y educación. Por tanto hay que dejar de gastar dinero en ese vicio. Quitemos también el dinero que se gastan las instituciones en las fiestas oficiales, por ejemplo, el Ayuntamiento en "La Mercè".
Ya lo tenemos todo en educación y sanidad. Genial. Pero, que queréis que os diga, a mi me parece más importante que la gente siga viva que no que sepa leer. Por tanto, todo a Sanidad.
Y dentro de Sanidad, ¿realmente a alguien le parece necesario reconstruir un pecho después de un cáncer de mama cuando hay mujeres que todavía mueren de esa enfermedad? Venga, todo para investigación contra el cáncer. Sin bobadas.
Y así hasta el infinito, porque también nos parecerá inadmisible que en España la esperanza de vida sea de 84 años y en África de 49 años. Así que... el dinero para África.
Quizás en ese momento y solo en ese momento, cuando hayamos igualado nuestras esperanzas de vida y ni haya hambre en el mundo alguien pueda permitirse ir al cine, tener tres pares de zapatos o guardar en el ropero más de dos tejanos.
Pero, es humano, es mejor decir que la culpa del hambre en el mundo es de unos millonarios franceses que quieren reconstruir Notre Dame, igual que Amancio Ortega da una pasta para tratar el cáncer hay que dejar bien claro que, en el fondo, es un explotador de niños y lo hace para desgravar a hacienda.
Una visión negativa de la vida.
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