Vuelvo de una fantástica semana de descanso en Menorca en la que he despedido el verano y recibido al otoño, que este año ha sido más veroño que nunca. Todo maravilloso menos una cosa: al ir solo no he podido tomar paella. Ya sabéis lo que rezan las cartas de todos los restaurantes del mundo mundial: "paella (min. 2 personas) "
Los singles somos, al parecer, un precioso target para todas las empresas que quieren vendernos algo dado que somos un grupo cada vez más numeroso, pero... ¡oh sorpresa! llega el verano y un single de vacaciones no puede tomarse una paella. Uno, que se interroga por las cosas más idiotas como ya sabéis, no encuentra explicación a este fenómeno, a este acto de brutal discriminación, a este ataque singléfobo.
Tenemos el conocimiento, desde el mismo día que entramos en la edad adulta o recuperamos la situación de single, que para viajar tenemos grandes problemas si no sucumbimos a la presión social y nos "arrejuntamos" con alguien para ir en pareja, como Dios manda.
Las habitaciones de hotel son terriblemente más caras (el doble), es imposible ponerse crema de protección solar en la espalda - ya sabéis que hay una parte central, a la altura de la columna dorso-lumbar, a la que ningún ser humano puede acceder - por lo que estamos terriblemente expuestos a todo tipo de cáncer cutáneo en esa zona (melanoma, basocelular o espinocelular) y el alquiler del coche no se paga a "escote" y sale, nuevamente, el doble de caro.
Pero, ¿cuál es el extraño motivo por el que no se hacen paellas para uno? ¿Qué justificación culinaria tiene? ¿Acaso las fábricas de paelleras son incapaces de hacer una de tamaño más reducido? ¿No hay fuegos lo suficientemente pequeños? ¿No hay paquetes de arroz con los gramos necesarios, les sobraría y creen que tirar comida es pecado? ¿Hay algún valenciano en la sala que me pueda sacar de esta duda que me consume, de esta agonía?
Creo firmemente que es culpa de la Iglesia Católica y del PP que utilizan este sistema para que cuando te vas de vacaciones solo te sientas sucio, incompleto, como si te hubieran amputado a tu media naranja y así, cuando vuelvas a la normalidad, corras a enamorarte y pedirle a la primera mujer con la que te cruces (y te haga caso) que se una contigo en el sacrosanto sacramento del matrimonio, para que te haga feliz, te complemente. O, simplemente, para poder tomarte una paella (para dos)
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