En los últimos días ha saltado a la palestra un escandalito de andar por casa (de esos para entretener al personal entre emérito, Kitchen, COVID y otras hierbas) sobre un tal Rafael Cabaliere al que le han dado un premio (Espasa) a la poesía.
Parece ser que el mérito más notorio del poeta era tener muchos seguidores en la red, un número tan exagerado como 879.000 en Twitter y 715.000 en Instagram, siguiendo él unos pocos cientos.
No sé mucho de cómo funciona lo de comprar seguidores pero por un par de artículos que he leído el autor ha conseguido de esta forma ("pagant Sant Pere canta") ese número descabellado de seguidores, y dicen las malas lenguas, que eso ha sido decisivo para llevarse los 20.000 euritos del Premio Espasa. Lo primero es felicitar al ganador, que ha conseguido sus objetivos: es famoso, publica y gana dinero.
He leído en Instagram varios de sus poemas y no me gustan nada: serían un estilo Coelho, con ese positivismo simplón, con frases que podrían servir para decorar tazas y poco más. En este caso, además, se mezclaba con la duda de que fuera un pseudónimo o que el chico directamente no existiera, de que tan trabajados poemas fueran escritas por un ordenador, rollo IA. ¿Más marketing para que se hable del premio?
Os dejo un ejemplo de lo que escribe:
Insisto en que nada malo que decir sobre el chico: se ha llevado el premio y bien por él.
Pero aquí entra una duda existencial: ¿lo que hace es lícito? ¿Debería seguir yo el mismo camino? ¿Sería la forma fácil de dar a conocer mi blog o mis libros?
Si lees editoriales sobre el tema o escuchas a youtubers, que se suponen que saben no llegas a ninguna conclusión: muchos aconsejan que no lo hagas, que lo importante son los contenidos de calidad, bla, bla, bla (como si los contenidos de calidad fueran los que más triunfaran) y otros, más descarados, te contestan con un SÍ como un piano. Porque es más fácil que alguien siga una cuenta con 150.000 seguidores que una con 1.000 con la brillante deducción de "si lo siguen será por algo", o porque Instagram o Google al ver más movimiento en la cuenta harán que te llegue más tráfico. Esas cosas que igual algún día habrá que comprobar.
Cunado empecé con el blog una amiga periodista que se ha dedicado más al mundo de la comunicación me felicitó por el blog ("tienes gracia y eres polémico, me gusta") y se ofreció para comprarme seguidores. Le dije que no, gracias. Me puso ejemplos de personas conocidas (muy conocidas) que habían comprado sus primeros 100.000 seguidores: no veía nada desleal en el tema, considerándolo simplemente una ayuda, un pequeño empujón para despegar en el mundo de las redes que, al parecer, es mucho más importante que escribir bien. Porque los contenidos son buenos o malos, independientemente del número de gente que los lea (no son peores por llegar a más personas)
Pero no lo hice, porque me pareció feo, impostado, una especie de trampa a los ojos de todos, incluso al solitario, pero quizás, solo quizás, olvidé una premisa, que tanto Facebook, como Instagram como Twitter son, en el fondo, grandes mentiras... ¿Me animo?