El día del Padre ya ha pasado, lo sé. Así que escribo el post cuando el tema ya no es ni actualidad ni trending topic. Lo hago a toro pasado porque me ha llamado (igual más que en otros años) la atención el intento de apropiación del femenismo (bien o mal entendido, allí ya lo dejo a elección del lector) y del "buenismo" de este día.
Como casi siempre empiezo por una nota culta, de esas mías de haberme pasado horas investigando sobre el tema: vamos, que he mirado que dice Wikipedia de la fiesta y poco más. Os hago partícipes de tan agotador proceso.
Al parecer la primera que tuvo la idea de semejante fiesta tuvo lugar en Estados Unidos: fue de Sonora Smart Dodd, una niña huérfana de madre a la que crió su padre. Seis hermanos, nada más y nada menos, eran. La niña, en un sermón del Día de la Madre pensó ¿y del Padre? Y así, el 19 de junio de 1910, se celebró el primer Día del Padre en Washington. En España no fue hasta 1948 en que una maestra, Manuela Vicente Ferrero, tuvo la idea de que las niñas de su clase dedicaran un día a dar reconocimiento a sus padres (en ese momento con manualidades y una misa, of course)
Desde que tengo uso de razón el día del padre era algo sencillo. Empezaba en el cole con un cenicero de barro (debía ser que todos los padres fumaban en aquella época) o un punto de libro. Algo simple que quería decir "te quiero, papá" o similar. Un reconocimiento a que (también) eran importantes. Llegabas a casa, se lo dabas, dos besos y poco más.
Cuando he pasado de ser hijo a ser padre, en mi casa la cuestión ha sido la misma. Un detalle y una muestra de cariño. Poca parafernalia, no nos vamos a comer los tres (mis dos hijos y yo) si no toca "semana con" de divorciado. El día del padre es cada día, y espero (y tengo, aunque sea tácito) un reconocimiento a mi labor en el día a día, en el amor que me tienen y en el respeto con el que me tratan.
Con las redes sociales todo ha de ser, evidentemente, más aparente y grandilocuente; he visto la foto de muchos padres colgadas en Instagram, a veces de archivo, muchas de ellas color sepia, otras con una comida paellera de ese mismo sábado o domingo. Unas de padres que aún están y otras de padres que se fueron.
Hasta ahí todo perfecto. Pero vamos al lío.
Para empezar, en una manía de querer mezclarlo todo, una de las primeras felicitaciones que recibí fue, en un grupo de whats, "Feliz día del padre y del padre-madre". Cachis. Ya estamos. Ni un solo día podemos ser protagonistas. Dentro del grupo, dos equipos: los del "bien dicho" y los de "¿es el día del padre-madre y yo sin enterarme y con estos pelos?"
¿Por qué esa manía de intentar invadirlo todo del feminismo (o el nuevo feminismo)? ¿No puede quedar como día del padre y punto? Pues no: como hay padres que no se han hecho cargo de los hijos o como hay padres ausentes, hay que decirles a las madres corajes que ese también es su día.
Llamadme malpensado pero me parece, una vez más, que lo que se intenta es asociar el mal al sexo masculino y el bien al femenino. Lo que debía ser un día en el que se glosan las bondades de los buenos padres (que son la inmensa mayoría, como las madres, todos y todas con sus limitaciones) se tiene que teñir con la tara de los malos padres. E insinuar que las madres nos suplantan porque no damos la talla. En fin, Serafín. Pues vale.
Y no hablo de Georgina, una chica de quince años que felicita a su madre, que se quedó viuda cuando ella tenía año y medio. Esa felicitación me parece un reconocimiento triste (por el padre que nunca pudo estar) y precioso (como todo lo que se hace desde el amor) a su madre. Hablo de ese tonito de "feliz día del padre a ellas también, que han tenido que hacer el trabajo de los dos porque los hombres no dais para más". Twitter estaba lleno, seguro que menos que en la vida real. Y, al menos a mí, me cansa.
Sé que hay una parte del feminismo que cree que, si a mi (y a muchos hombres, y a muchas mujeres) nos fastidia el tema es que lo están haciendo bien. Opino lo contrario, hartar a los que deberían ser tus aliados nunca puede ser positivo.
La segunda parte viene por la corriente de lo políticamente correcto y el no hacer nada para no ofender a nadie o, incluso, cambiar tradiciones como esta que, con la tontería, tienen setenta años en España. Como hay niños que no tienen padre, hay que suspender el día para que no estén tristes. Y como también hay niños que no tienen madre, pues también suspender ese día y crear el día de la familia (que suspenderemos en breve, porque hay niños sin familia).
Que nadie crea que soy un carca, más bien al contrario, pero normalizar que hayan todo tipo de estructuras familiares va por asumirlas con todo lo que conllevan, no por demonizar las tradicionales. Y si un niño no tiene padre porque su estructura familiar es otra, se le explica y ya está. Y ese día no hace el punto de libro para su padre, se lo hace a su madre (o madres). Sin más.
El miedo irracional y absurdo a que un niño tenga un día triste y llore (por su padre muerto, por su padre ausente, por no tener padre) es una tontería como un piano. Intentar aislar a los niños de todo sufrimiento, incluido el momentáneo, es absurdo, y no dejar que vayan conociendo lo que es el mundo. En esta ocasión. como huérfano de padre desde los trece, creo que puedo hablar con un cierto conocimiento de causa, lo que se dice muy de primera mano.
Si es el día del padre y eres huérfano es un momento para recordarlo, en su momento lo hice con catorce y ahora con cincuenta y un años, haciendo un ejercicio de imaginación y pensar como sería mi padre con ochenta y dos que tendría ahora, porque, como los muertos no envejecen, en mi memoria se conserva con el aspecto de la edad con la que murió: sigue teniendo cuarenta y cuatro, un chaval.
Y, sí, quizás cuando era un adolescente, a los catorce, apenas medio año después de su muerte, el primer día del padre fue un día especialmente duro para mí. Como la primera Navidad, mi primer cumpleaños sin él o las primeras vacaciones de verano. ¿Y? ¿Se tendrían que haber suspendido? ¿Quiere eso decir que el resto de mis compañeros no podían decir a sus padres que los querían y eran especiales para ellos? ¿Quiere eso decir que había que esconder ese día para que yo "no sufriera", como si el resto del año la vida (mi vida) hubiera sido un camino de rosas?
A mi madre no la he felicitado nunca el día del padre, que recuerde, y no hay nadie que merezca más felicitaciones: ya tenía (y tiene) su día un mes y medio después.
Defendamos el día del padre, el de la madre y creemos, si nos apetece, el día de la familia, porque todo lo que sea un reconocimiento a las personas que te quieren y que luchan (o lucharon cuanto tocó) por sacarte adelante es justo y es positivo. Y dejémonos de tanta tontería y de ese feminismo que solo divide y que pone siempre el acento en la parte negativa de los hombres, porque yo, salvo deshonrosas excepciones, solo conozco padrazos que darían la vida por sus hijos.
Así que aprovecho para reivindicar, en este post tardío del día del padre, al mío, que, desgraciadamente, hace tanto tiempo que nos dejó que es un conjunto de recuerdos deslavazados por el tiempo, aderezados de fotos en blanco y negro o color sepia, que uno ya tiene una edad. Estoy seguro de que hubiera disfrutado conmigo el día diecinueve con una comida y el veinte de marzo, un día después de su día, recibiendo como regalo atrasado un cero a cuatro al Madrid.
Lo que sucedió tras la muerte de mi madre
y del primero!!!
Fantástica y certera reflexión.
ResponderEliminar