Hoy el País nos sorprende con una historia preciosa (os dejo mi versión)
Había una vez un independentista malvado y perverso que se llamaba Joan Planas. Había nacido en Sant Fruitós del Bages, un pueblo pequeñito donde los subversivos catalanes inician el lavado de cerebro de sus hijos desde la más tierna infancia, desde el parvulario o incluso antes (hay indicios de que lo hacen dentro del útero materno) . Él niega la mayor y dice que "en su casa no se hablaba de eso" pero podéis estar seguros, se les inculca el odio a lo español desde pequeñitos. Y algo queda.
Así que el pobre no tuvo elección: lo criaron independentista aunque él todavía no lo sabía. Desde la Naranja Mecánica tenemos muy claro lo que este tipo de enseñanza hace en unas mentes sensibles: las pervierten, las destruyen, las vuelven monstruosas, las corrompen.
Dos años en Madrid sacaron a la luz este independentismo que había quedado larvado dentro de su ser como un Alien dentro de Sigourney Weaver, y el detonante fueron las críticas repetidas a los catalanes. Todo el mundo sabe que tú puedes decir que tu amigo es tonto, pero como lo diga otro hay pelea.
Al volver a su pueblo y ante una visión sobrecogedora de océanos de "estelades" y ante la evidencia que los malvados catalanes no querían salir en un libro que contuviera la palabra España (qué amigos más raros tienes, hijo mío...) le entraron dudas y decidió irse de bares por España. Ahí estuvo listo.
En el interior de ese independentista, un independentista convencido, pero que debía estar convencido "hacia dentro" porque metiéndose en su blog uno no encuentra ni un solo post reivindicativo, secesionista, o en el que destaque cualquier reivindicación nacional (catalana), había una pequeña luz de inteligencia, un alma española que luchaba por escapar de esa coraza independentista.
Gracias a Dios, ese alma española que hay dentro de Joan pudo salir gracias a que es cineasta, de los que no se pliegan a las exigencias de las grandes compañías y prefieren montárselo rollo crowdfunding o con licencias "creative commons". Así que cogió su cámara y se dedicó a patearse los bares españoles.
Y aquí tenemos a nuestro héroe viendo finalmente la luz cual Pablo cayendo del caballo
Sus revelaciones son simplemente maravillosas: la gente de los bares de España están cabreados con el gobierno, con la corrupción, no odian a Catalunya, las madres cuidan a sus niños y no les dan ni curare ni cicuta dentro del biberón y, escuchen atentamente, muchos tienen problemas para llegar a fin de mes. Grande.
Sin duda todos los independentistas lo somos (independentistas) porque odiamos a los habitantes de los bares españoles, gente que creemos taciturna, sombría, sin alma y sin corazón, dispuestos a aporrear, humillar, morder y patear a cualquier catalán que tenga la osadía de salir de Catalunya. Está claro. Clarinete que dirían por allí.
El final estaba cantado: Joan se convirtió en unionista español, o en nacionalista español, o simplemente en español o en , "tan español como catalán", pueden ustedes elegir. Y en un nuevo símbolo de la unión de España.
Y esta historia, una de las más bonitas jamás contadas, unió a "ABC" y "El País" que la han destacado poniéndose de acuerdo. Parafraseando a Josep Pla, "nada se parece más a un periódico español de derechas que un periódico español de izquierdas"
Fin de la historia y matrícula de honor para Joan en Marketing Publicitario. Lo veo haciendo las campañas electorales de PP y Ciutadans del 27-S como mínimo.
Una humilde reflexión:
Francamente uno no sabe si reír o llorar ante una historia tan mema, tan simplista y tan alejada de lo que significa el independentismo catalán, sus causas y sus raíces. Una revelación: los independentistas no somos gilipollas (alguno habrá como en todos sitios, claro...)
Nadie tiene un problema con las personas de los bares de España. Lo tenemos con un estado español en el que no nos sentimos integrados y que, al saber que no estamos a gusto, solo nos riñe y nos amenaza. No nos pregunta cómo podríamos estar más a gusto.
Hay razones históricas, emocionales, económicas y legislativas para estar discutiendo de los pros y contras de la independencia durante meses. Eso estaría bien: dos visiones del problema. Discusión. Y al final llegar a puntos de acuerdo o separarnos como amigos.
Pero como dijo el Padrino, enfocarlo como en esta memo-historia es estar "faltando a nuestra inteligencia", tanto de los que quieren que España siga unida, como de los que no.
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