Ana, mi hija, acaba de cumplir 13 años. A las 00.30 del 29 de julio, 29 minutos después de felicitarla y justo antes de que se pusiera a dormir le dije: ya eres oficialmente una adolescente.
La adolescencia es, según San Wiki, el periodo que va entre la infancia y la edad adulta, empezando entre los 10-12 años y hasta los 19-25. No les compro la definición: un niño de 10 años no es un adolescente y uno de 25 no debería serlo...
En este aspecto soy muy anglosajón y me gusta mucho más el término teenager: los años que acaban en teen, desde los 13 (thirteen) a los 19 (nineteen). Para mí eso es la adolescencia.
La adolescencia es un periodo espectacular, único, irrepetible y maravilloso: para los niños y, aquí mi punto de vista es un poco raro por lo que he oído por ahí, para los padres.
En varios post os he hablado de la primera vez, quizás de forma un pelín obsesiva. Eso es la adolescencia: un cúmulo de primeras veces para nuestros hijos, una detrás de otra, cada día, casi sin tener tiempo de asimilarlas, un torrente de emociones, de ilusiones, de desengaños, de placer, de temor, un torbellino de experiencias que los cambiarán de niños a adultos, de ser unos seres dependientes que solo nos exigen cosas a ser unos adultos con los que tendremos que aprender a tratar de igual a igual. Un máster en maduración personal de 7 años de duración.
Hace ya un par de años mi querida madre me regaló un libro titulado "Qué callar y qué decir con tu hijo adolescente". Leí poco porque me pareció una chorrada detrás de otra y porque Iván, mi hijo (14 en aquel momento), lo leía para saber donde estaban los límites, hasta donde podía llegar en su lucha conmigo, pero enseguida entendió que las rayas rojas de su padre están mucho antes que las del libro.
El mejor consejo para afrontar la pubertad de mis hijos, como suele pasar, me lo dio una amiga, la precoz del cole, que ya había pasado por el trance y tiene los niños creciditos. "Te harán llorar aunque sean buenos niños pero, sobre todo, aprende que luchas has de librar"
Yo añadiría también "que batallas has de perder" porque dentro de su crecimiento personal ayuda que no ganes siempre porque tu victoria significa, en muchos casos, su derrota. He de reconcer que esta parte me cuesta.
Aprende a hacerte el tonto y hacer ver que te engañan, a quedar como un panoli porque si te das por enterado tienes que empezar una batalla (haciendo de poli malo) y las mejores guerras son las que se ganan sin bajar del caballo y aquí ellos ganan pero tu no pierdes.
Así que si no te gusta el peinado que han elegido tus hijos, si él prefiere a CR7 antes que a Messi, si ella elige un bañador que es el tercero de la tienda que más te gusta, si no te convencen sus amigos (que hasta ahora no es el caso), si preferirías otras lecturas, otros estudios u otras actividades extraescolares para ellos, disimula o discrepa con suavidad.
Aprende a razonar con ellos y a valorar cada vez más su opinión: respeta sus decisiones meditadas incluso cuando estés convencido que es una metedura de pata como un piano. Siéntate a ver como se la pegan siempre que no se hagan mucho daño o quédate al lado para curarlos. Y no te enfades demasiado por su astenia adolescente, lo más irritante de esta etapa por encima de su increíble capacidad para discutir. Riñe con ellos lo justo: problema, discusión con razonamiento, intercambio de pareceres, conclusión final y cambio de tema. Y guarda el comodín de "se hace esto porque soy tu padre y mando yo" para los temas vitales.
Para complementar todo lo anterior piensa en todas las barbaridades que hiciste en tu adolescencia (tú y tus amigos) y admírate de que ninguno se haya echado a perder por llegar borracho un día, por ser un veleta o por no estar leyendo todo el día a los clásicos de la literatura.
Intenta tomarte con deportividad las trastadas que hagan y recuerda las tuyas. Seguramente eras peor...
Enfádate de verdad cuando la ocasión lo merezca y finge el enfado dependiendo del caso. Recuerda que es esto es como la mafia: no es nada personal, no tienen mada contra tí.
Con mi hija, que la empieza, lo tendré más difícil: es una chica y me cuesta más entenderla porque nunca he sido "chica adolescente". Esfuerzo doble pero allá vamos.
Y disfrutad: lo divertidos que son los adolescentes, aunque sean un poco (o muy) burros, es contagioso. Te dan ganas de salir de marcha con ellos, pero que nadie se asuste que me contengo.
Quizás mi post es demasiado alegre, excesivamente optimista porque, hasta la fecha, los dos perlas de la foto de abajo me lo han puesto muy fácil. Que dure. Allá vamos con la segunda adolescencia de la lista y seguimos con la primera.