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sábado, 30 de septiembre de 2023

La zona de confort: ¿amiga o enemiga?

La zona de confort: ¿amiga o enemiga?

 En los últimos años, inmersos en la superficialidad de las redes e Instagram, hay un lugar que se ha convertido en sinónimo de aburrimiento, de monotonía, de algo de lo que huir, de algo perjudicial: sorprendentemente ahí está la zona de confort.

Primero de todo, como en Airbag: el concepto. 

La zona de confort (del inglés, comfort zone) es un estado psicológico en el que una persona se siente tranquila y segura, sin miedos ni ansiedad.  

Esta sería la parte de la definición de zona de confort que me gusta, pero luego viene, cómo no, la coletilla. 

En esa zona mantiene una misma rutina, no asume nuevos retos y, por lo tanto, su desarrollo personal se estanca


Traducido: la zona de confort es donde no molan las fotos de Instagram (sí, ya sé que hasta ver una serie en Netflix desparramado en un sofá de Ikea es motivo de postureo), donde uno sabe, dentro de lo imprevisible que es la vida, lo que sucederá. La zona de confort es nuestra casa, nuestros amigos de la universidad, nuestra familia, ese bar preferido al que vamos y en el que el camarero ya sabe nuestra comida favorita, si tomamos postre o si preferimos el café con leche corto de café descafeinado con leche de avena recogida en día de luna llena. 

¿A nadie le gusta eso? A mí, sí. Mucho. Me encanta. Y saber cómo se llama la camarera o camarero y que me llamen por mi nombre me hace sentir feliz, mira con que cosas tan simples me conformo. 

Salir de la zona de confort y bucear en el área de la incertidumbre está muy bien porque es donde ocurren las experiencias más sorprendentes, las más enriquecedoras, las más interesantes, donde, en frase de postureo, "sucede la magia". Y está muy bien arriesgarse a salir a esa zona de incertidumbre... de vez en cuando.  ¿Con qué frecuencia? Pues depende de cada uno: de lo a gusto que esté fuera de su zona segura, de lo que le cueste (stress, ansiedad) anticipatoria) salir de ella y del beneficio que saque de cada excursión.  

La zona de confort es beneficiosa y, lo ideal, es que entremos y salgamos de ella con facilidad, como Pedro por su casa. Ha de ser un refugio y no una prisión, tu zona segura, ese sitio agradable al que volver y en el que necesitamos pasar el mayor porcentaje de nuestras vidas. Ha de ser "casa" (como concepto).  
Recuerdo una comida de esas que haces dos veces al año con un grupo que, por cosas de la vida, ya no te ves a diario, en que una chica dijo que en estas reuniones siempre estaba a gusto porque todos los amigos sentados allí éramos "casa". 


Este verano he tenido dos destinos vacacionales: uno dentro y uno fuera de mi zona de confort. Japón (primera viaje al país nipón y a Asia) y Menorca (mi decimoquinto verano consecutivo que paso allí) 

Cada uno tiene su parte buena y su parte mala, pros y contras. ¿He crecido más como persona en Japón o en Menorca? Sin duda en Japón: me ha añadido unas vivencias que no he sumado en Menorca, evidentemente. Pero las dos han sido, a su manera, estupendos. En unos años recordaré Japón como uno de los viajes de mi vida, especialmente por compartirlo con mi hija, pero cuando un psicoanalista me pida que relacione las palabras "vacaciones" o "verano", Menorca será lo primero en acudir a mi mente. Y si algún año me salto esa semana de septiembre en Menorca el verano me parecerá incompleto sin duda... 


Cala Cavalleria 

En Menorca he ido al Backgamon a ver fútbol (tres partidos del Barça con tres victorias y una derrota del Madrid, ni tan mal) y disfrutar de su estupendo sandwich de pollo y cheddar, a La Paella a desayunar de forma compulsiva mi bikini con café con leche y a comer el solomillo de cerdo con queso, los calamares o la sepia. He repetido (cambio de este año) el flan biscuit hasta la saciedad y he hablado con los camareros de fútbol o de por qué había menos turistas este año y, aunque hizo mal tiempo, no pude dejar de acercame a Macarella y Macaralleta. 

Y en Japón quedé impresionado por el país, la cultura y la educación de sus habitantes (ver post). 

Aprendí a moverme en un país que tiene un idioma tan complicado que me cuesta hasta recordar el nombre de las calles y monumentos y a gozar de estar lejos de casa. 


OSAKA
Osaka

Pero aunque sea menos glamurosa y no nos haga crecer como personas, me revienta que se perciba la zona de confort como algo negativo. Para tener una salud emocional sólida y consistente es importantísima, de la misma forma que es vital saber aventurarse, de vez en cuando, fuera de ella, a ver si tenemos una noche mágica, mítica, a lo "Resacón en Las Vegas"... o quizás algo un poco más suave.


NOTA: fotos propias, imágenes propias generadas por IA. 

Y, como siempre, para despedirme, los links de mis libros!!!

3 comentarios:

  1. Natalia Ródenas Barrera30 de septiembre de 2023, 22:55

    ¡Enhorabuena por el post! Me ha parecido muy enriquecedor a la par que sumamente entretenido! Me encanta la idea de que la zona de confort se debe concebir como un refugio y no como una prisión. Invita a la reflexión. Gracias Fernando. Un saludo .

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  2. Sencillamente fantástico, me identifico totalmente, un abrazo doctor , mi gran amigo

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  3. Que grandes verdades !!! Cuanta razón tienes amigo

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