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viernes, 15 de noviembre de 2024

Una historia casi real.

En unos días, pocos meses después de que lo hiciera Tres caminos, saldrá a la venta mi cuarto libro, Una historia casi real al que, por sus características especiales, quiero dedicar un post pre-lanzamiento.

Una de las preguntas repetidas de los lectores de mis libros, en especial los que me conocen, es cuánto hay de mí en los personajes y de verídico en mis obras. Es divertido ver cómo buscan similitudes entre mi auténtico yo y mis personajes (no, no me veo tan guapo y maravilloso como el Seldon de Tres caminos) o entre los secundarios y mi entorno ("¿representa Julia a tu hermano?").

La respuesta suele ser no. Reconozco que siempre tengo guiños literarios, por ejemplo en fechas de nacimiento, que además me da pereza inventarme, y que algunas de las anécdotas, más o menos modificadas, están sacadas de la vida real. Algún pasaje central de Lo que sucedió tras la muerte de mi madre está basado en hechos reales y solo ligeramente alterados. 

Pero, ¿qué sucede cuando nos inspiramos en nuestra vida amorosa, en momentos más íntimos, en nuestras relaciones pasadas? Hace unos años leí Sobrevivir a un gran amor, seis veces, de Luis Racionero. En él hablaba de los seis grandes amores de su vida. Dejando a un lado que el libro tenía una prosa graciosa y las anécdotas que contaba eran divertidas, me hizo reflexionar, dado que en esos momentos ya tenía claro que mi vida había dejado atrás la fase "la mujer de tu vida" en singular, si en el futuro podría escribir de los amores que he tenido sin parecer demasiado duro con algunos, sin ofender a otros y sin caer en una  idealización de relaciones pasadas que no se creería ni un guionista de Disney. La conclusión, que mantengo a día de hoy, es que es un libro que escribiré para mí, para recordar y para aprender de mis errores: no tengo ni tendré valor para publicarlo ni creo que nadie merezca reproches en diferido de un ex de hace dos décadas.   

Mi nuevo libro se llama Una historia casi real precisamente porque, a pesar de que casi nada de lo que narra sucedió, tengo la sensación de que, en un mundo paralelo en el que se hubiera dado una sola coincidencia que no pasó, las conversaciones hubieran sido exactamente las que he escrito. Podríamos catalogarlo dentro del apartado literario de la psudobiografía que, evidentemente, me acabo de inventar. 

El protagonista del libro (perdón por el egocentrismo) soy yo, centímetro arriba o abajo, año más, año menos, y cualidades gastronómicas mejores o peores. Un yo, ya puestos, mejorado, que hacerlo sobre un  papel es mucho más barato que la cirugía estética. Si nos fijamos en el resto de personajes, la protagonista es fácilmente reconocible para todos los que sepan algo de mi vida, y los amigos, que son figuras secundarias en las cenas donde se desarrollan los diálogos, tienen nombres y apellidos en la vida real. Me fue extraordinariamente fácil escribir el libro (pensado como obra de teatro, un poco a lo Hijos de un dios salvaje de Yasmina Reza) imaginando lo que dirían a tal o cual pregunta, o a tal y cual proposición.

Un libro que no me provoca ansiedad pensando en cómo se sentirán esas personas a las que quiero y que, sin duda, se sentirán reflejadas dada la historia que narra. Y como decían en el 1,2,3... hasta aquí puedo leer. 

Os dejo una sinopsis provisional para que vayáis haciendo boca. ¡Si la portada no falla en su plazo de entrega, espero que la tengamos publicada a principios de diciembre!


Sinopsis. Una historia casi real.


"Una historia casi real" es una novela que explora los límites del amor, la ética y el poder del dinero en las relaciones humanas. Inspirada en un episodio personal, el autor narra la historia de una ruptura amistosa con su pareja después de cuatro años juntos, justo días antes de la Navidad de 2022.

Como cada año desde que comenzaron su relación, él había comprado dos décimos de la lotería de Navidad, uno para él y otro para ella, un símbolo del deseo de compartir la vida... y la suerte.
Ese 2022, la suerte también les fue esquiva, pero ¿qué habría sucedido si el número hubiera sido premiado? ¿Le habría entregado el boleto a su expareja o habría considerado que la ruptura cambiaba las reglas del juego?

En esta mezcla de ficción y realidad, el autor, a través de un dilema ético, se adentra en las complejidades del compromiso, el amor, la lealtad y el valor del dinero en nuestras vidas.

Una novela pensada para debatir con familiares y amigos en las sobremesas, que nos invita a la introspección y a preguntarnos: ¿qué haríamos en una situación similar?

Aprovecho para dejaros los links de los tres libros ya editados y mis redes sociales y, si os ha gustado el post, seguid el blog!!!



Mi primer amor era una bruja 




Instagram: @fercereto
X (antes Twitter): @FerCereto 

sábado, 9 de noviembre de 2024

EL fin del sistema MUFACE

 Parece ser que este año se firma el sistema de defunción de MUFACE. Es un tema muy complejo y es fácil entrar en maximalismos y enfoques políticos poco prácticos. Os dejo mi opinión como médico de la privada.



El sistema MUFACE se crea en 1975 porque los funcionarios, al parecer, estaban discriminados y no tenían cobertura sanitaria correcta. Sea como sea, el sistema MUFACE se consolida y los funcionarios pueden elegir entre una mutua privada (Adeslas, Asisa, DKV…) o la Seguridad Social. El nivel de funcionarios que eligen mutua privada es muy alto (72% contra 28%) En total, hay 1.49 millones de funcionarios, por tanto 1 millón en mutuas privadas.
 


En el último convenio, el pago medio fue de 984 euros al año por beneficiario cuando, según algunas fuentes,  el coste por ciudadano en el sistema público es de 1.608 euros. Por tanto, a precio 2024, el gobierno ahorra con el sistema MUFACE. 


Cada año, como si fuera una tradición navideña, hay “tensiones” entre las aseguradoras y el Gobierno Central por el dinero que deben recibir por cada funcionario. Y este año las mutuas (empresas privadas) se han plantado porque con este sistema caen en cuantiosas pérdidas. Pidieron un aumento del 40% por afiliado y el gobierno ofreció un 17%. Se han levantado de la mesa y no parece que vayan a volver. 


Paralelamente las retribuciones que abonan estas mutualidades a los centros privados es inferior a la de las mismas mutuas cuando son contratadas de formas privadas (hasta un 40% menos en algunas prestaciones) y, en muchas ocasiones, han retirado centros que eran de referencia o han visto limitadas sus coberturas en hospitales grandes a los que acudían desde hace años creando problemas importantes de continuidad asistencial. Evidentemente, el motivo era  intentar ahorrar por paciente yendo a centros más baratos. 


Siendo simplistas, que 1.000.000 de funcionarios (lo público) vayan a centros privados no deja de ser curioso. Pero veo una alegría desmedida en X (antes Twitter) porque los MUFACE pasen al sistema público (si sucede así definitivamente que tiene toda la pinta) 


De entrada no parece una buena idea aumentar en 1.000.000 los usuarios de la Seguridad Social, con unas tensiones y una sobrecarga asistencial brutal. Además, son pacientes que están acostumbrados a un trato de privada, con sus cosas buenas y sus cosas malas.  He visto en la red algunos médicos de familia casi con ganas de que vayan para explicarles los protocolos de primaria. Mal inicio… 


En resumen, me parece un lose-lose, un”todos pierden” de toda la vida. ¿Ha de desaparecer MUFACE? Posiblemente por una cuestión ideológica, pero hacerlo de forma brusca solo va a crear problemas en centros privados (pérdida de volumen, dificultad para equilibrar cuentas), en el sistema público (más sobrecarga que no van a poder gestionar) y en los pacientes (imposibilidad de continuidad asistencial que es lo más importante, y presumiblemente escasa satisfacción con el cambio) 




sábado, 21 de septiembre de 2024

El caso Alaska Sanders. Joël Dicker

Nunca he sido un gran seguidor de las novelas policiacas. Creo que todas recrean una estructura excesivamente similar que le saca misterio a la trama y que leer varias seguidas es repetitivo. Pero, de tanto en cuanto, leo una, y siempre me distrae. 

De Joël Dicker espero eso, que me entretenga. Si no recuerdo mal es el tercer libro que leo de él, tras Los últimos días de nuestros padres, opera prima, y el famosísimo La verdad sobre el caso Harry Quebert. 


 "El caso Alaska Sanders" demuestra una vez más que Joël Dicker domina el género de la novela policíaca. La trama está cuidadosamente construida, entrelazando misterio, intriga y giros sorprendentes. Para mi gusto, y me pasa siempre en este tipo de novelas, demasiados giros sorprendentes. 

La trama te atrapa desde la primera página y los personajes son moderadamente complejos y bastante verosímiles. Cada autor tiene sus temas preferidos: Dicker está obsesionado con el pasado y los dramas que no hemos solucionado y ese es uno de los puntos centrales del libro, más allá de otros que son inherentes a la novela policiaca como la justicia y la búsqueda de la verdad.

Por poner un defectillo, no acabo de entender por qué todos los protagonistas hablan con un lenguaje tan poco de la calle, tan refinado y estructurado, incluso los que se explica en el libro que no tienen formación. Resta verosimilidad al relato. 

En resumen, buen libro, en especial para los amantes de la novela policiaca, que se lee de tirón y que deja con buen sabor de boca.

¡¡Os dejo el link por si alguien se anima!! El caso Alaska Sanders

Por cierto... ¿Cuál es vuestro libro favorito de Dicker? 

martes, 3 de septiembre de 2024

Julia (Sandra Newman, 2024) Una nueva versión de 1984

Julia. Una nueva visión sobre el universo de Orwell. 

Siempre que alguien me pregunta sobre mis tres libros favoritos, elección ardua y complicada donde las haya, menciono 1984. No sé, siendo franco, si elijo el libro como tal o como representación de una serie de libros distópicos y de ciencia ficción que me cautivaron en mi juventud: los de Asimov, en especial la serie de las fundaciones, Un mundo feliz o Farenheit 451. 



Cuando vi en Farenheit 451 (la librería del Born del mismo nombre que el libro, que aprovecho para recomendar) Julia, una nueva versión sobre 1984, la ilusión se mezcló con el miedo: la misma ilusión y el mismo miedo que debieron sentir los que idolatraban El padrino cuando salió El padrino 2.  

Julia trata la misma historia (con alguna licencia) del original de Orwell pero narrado desde el punto de vista de la protagonista y no del de Winston Smith. Una aproximación al libro que me pareció muy original e interesante pero chocaba con el pánico de que, en esta época de excesos que vivimos, Sandra Newman hubiera hecho el típico alegato falso-feminista (que el feminismo es otra cosa) de mujeres buenas y hombres malos. 

En absoluto. Leer Julia es descubrir nuevamente todo el universo del Gran Hermano, pero contado por otro narrador, con otra sensibilidad, con otro punto de vista, un camino muy interesante y que no me extrañaría que se explorarse en otros clásicos. 


Dicen que cada historia tiene tantas formas de contarse como protagonistas hayan. Seguro. Si me permitís una recomendación extraña, os dejo una película de dibujos, La increíble pero cierta historia de Caperucita Roja. Muy curiosa. 


Muy bien ambientado, con prosa ágil, la historia funciona de forma fluida, transportándote al angustioso mundo de Oceanía y Eurasia, de las telepantallas en todos los rincones de casa, del poder del partido y la sociedad por encima del individuo, de la neolengua y de las intrigas para que todo el mundo confiese los crímenes de acto o de pensamiento que todos cometemos, a docenas, cada día, y para que todos acusemos a nuestros amigos, padres y madres o amantes. 


Evidentemente, el libro no puede (es imposible) tener ni la originalidad ni ser tan profético como el de Orwell, que ya en el año 1948 adivinó ciertas cosas, en especial lo de las telepantallas y el control constante al que nos vemos sometidos por cámaras y dispositivos móviles. 


Uno de los deberes que me autoimpongo para tener aún una opinión más justa del libro será leer de nuevo el 1984 de Orwell, para confirmar que lo que he leído en las críticas al libro coinciden con la mía: Julia respeta el espíritu del original pero con sus peculiaridades Destacaría el diferente enfoque en la relación Winston-Juliam, que en 1984 es  mucho más central por encima de las demás, pero también que Julia muestra un estado totalitario más frágil que el de Orwell y explora con mayor profundidad la sexualidad y la búsqueda de la belleza como forma de escapar de la gris uniformidad. 


En resumen, creo que es imprescindible para todo aquel al que le gustara 1984 que lo lea: está bien escrito, respeta la filosofía y el ambiente de 1984 sin caer en tonterías que lo ensucian todo. 


Os dejo el enlace por si lo queréis leer!!!   Julia


Por cierto, ¿alguien ha leído Un mundo sin hombres de la misma autora? ¿Lo recomendáis? 

jueves, 22 de agosto de 2024

Baumgartner. Paul Auster. 2023

 Comprar un libro de  Paul Auster, en este caso Baumgartner, es, sobre el papel, una apuesta segura. No es decir, mira, voy a leer el último Premio Planeta a ver qué tal...  Pero pensar que va a ser un acierto sí o sí también hace que las expectativas sean muy elevadas. 


Baumgartner

Por eso, Baumgartner me ha decepcionado: a pesar de estar escrita por un autor con una trayectoria tan sólida, se revela como plana y monótona. Auster se aferra a su estilo característico de explorar la soledad y la introspección, pero carece del dinamismo de sus mejores obras.

Para empezar. el primer capítulo describe a un anciano con Alzheimer y, minispoiler, ni el libro trata ese tema ni el anciano tiene Alzheimer. Acabado el libro sigo sin entender qué pretende con ese inicio. 

El personaje principal, Baumgartner, reflexiona, básicamente, sobre su vida con su difunta mujer (muerta  hace unos ocho años) haciendo un bucle constante entre la vida actual y la anterior y su relación con ella. En lugar de evolucionar o sorprender a través de las páginas, se estanca en un ciclo de reflexiones repetitivas que no acaban de generar empatía.

La trama, es bastante plana pero lo peor de todo es acabar el libro sin saber qué nos quiere transmitir el autor, de qué trata el libro (¿del amor? ¿de la pérdida? ¿de la vejez? ¿de la soledad?), que transita por un terreno predecible, sin grandes giros. 

A pesar de todo "Baumgartner" es una novela que mantiene un nivel más que aceptable gracias a la destreza técnica de Auster (que Auster es mucho Auster) pero carece del impacto que uno esperaría de un autor de su calibre.

Y el final... sin palabras. Decir que me ha dejado frío es poco... 

Para los fans de Auster, os dejo el link

Baumgartner

¿Coincidís con mi opinión? 

¿Cuál es vuestro libro favorito de Auster? 

Os leo.



miércoles, 17 de abril de 2024

Tasmania. Paolo Giordiano, 2022

Tasmania

 El primer libro que leí de Paolo Giordano fue La soledad de los números primos (2008), la obra que lo lanzó a la fama y una novela redonda. Si alguien no la ha leído aún, recomendación para Sant Jordi / Día del libro. Recuerdo, como hacemos todos cuando una obra nos gusta, seguir con lo que había escrito y me puse con «El cuerpo humano» que me dejó más bien frío.


Con Tasmania me he quedado (y aquí quiero dejar claro que comparar obras que has leído con más de 10 años de diferencia es, como mínimo, injusto) a medio camino entre el entusiasmo del primero y la indiferencia del segundo.

Me ha gustado pero no me ha vuelto loco. El fuerte de Giordano es su forma de perfilar a los protagonistas y su capacidad para ser claro y entretenido con personajes variados y diversas temáticas. El libro lo leí en un viaje de tres días, en esos ratos muertos de avión y hotel.

Posiblemente el núcleo gordiano de la trama sea el pesimismo del que hace gala el protagonista y sobre el que giran los temas que toca en el libro: las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki, el terrorismo islámico, las relaciones de pareja, la paternidad, el cambio climático y la (excesiva) corrección política.

El libro me ha gustado y me ha entretenido desde la primera a la última página pero no me ha quedado claro si me he perdido parte del mensaje, o si, a través de situaciones tan lejanas algunas como Hiroshima, tan cercanas como el terrorismo o tan inquietantes como la posibilidad de que nos carguemos el planeta, Giordano simplemente nos quiere transmitir un estado de pesimismo del que no se puede escapar más que con una belle indiference y abrazando la tristeza como compañera. Enlaza bien las historias pero, al tener tantos frentes abiertos, no profundiza en ninguna.

En la misma línea, el final no me ha acabado de convencer aunque viendo las páginas que quedaban y por donde iba la historia, era el que esperaba.

En resumen, si hay que leer un libro de Giordano, que sea La soledad de los números primos. Si lo leísteis y os gustó, Tasmania os entretendrá y pasaréis un buen rato.

Los que seáis de Clubs del libro, no es mala opción Tasmania porque puede daros muchos temas colaterales de debate, ¡hasta para varios días!

¡Os dejo los enlaces por si os los queréis comprar!

Tasmania 



Y, ya que estamos, os dejo los de mis dos libros (¡el tercero al caer!)



domingo, 25 de febrero de 2024

Flowers y el masturdating

Flowers y el masturdating



El otro día se hizo viral (vamos, que triunfó como la Coca cola) la hace ya mucho tiempo atrás niña Disney Miley Cyrus con su canción Flowers por la que recibió un Grammy. Miley es una artista redonda, polihédrica, que se inventa y se reinventa, un poco estilo Madonna: a veces acierta más, otras menos. 




Pero no quiero opinar sobre ella si no sobre la letra de la canción y un nuevo y superguay y modernísimo concepto que oí hace poco, el masturdating, que básicamente se basa en que uno puede hacer cosas por libre, a su bola, con el convencimiento de que no hace falta una pareja para salir de cena o ir de viaje, que uno, como en el autosexo, se conoce muy bien y suele discutir poco consigo mismo. Podríamos recuperar la adolescente frase «la masturbación está bien pero follando conoces gente».  


Si te vas de cena solo no tendrás que discutir o ceder: no acabarás en un japo carísimo cuando te apetece un apetitoso y barato pà amb tomàquet. Si viajas solo no podrás quejarte de que no has salido bien en las fotos porque el artista a ambos lados de la cámara eres tú; o de que te hacen madrugar demasiado (o que se levanta muy tarde y no os da tiempo de nada); o que no llegaste a echar la moneda en La fontana del porcellino porque tu compañera (o compañero, paz) estuvo cuatro horas haciéndose fotos en el Puente Vecchio o sufrió el Síndrome de Stendhal delante del David de Miguel Ángel y se quedó pasmada (o pasmado, paz) observándolo tan detenidamente y con una subyugación tal que te convenciste de que has de ir al gym a ponerte cachas como él si quieres conservar a tu pareja. 



Flowers ataca esta línea de pensamiento del masturdating y tiene, como se dice hoy en día «un mensaje muy poderoso»: correcto, pero ¿es mensaje bueno o mensaje malo? Me reservo para otro día un post sobre la tendencia al empoderamiento femenino «por encima de sus posibilidades» a la hora de buscar pareja, pero creo que va en la misma línea. 


Desde mi divorcio he sido soltero más tiempo del que he tenido pareja y he hecho muchas cosas solo: he cometido mucho masturdating (¡que dirían los curas de mi cole!) sin haberlo sabido. He cenado solo, he viajado solo, he ido a conciertos y museos solos. Y está bien, porque un fin de semana turisteando, una paella en un buen restaurante, o una semana en la playa, es mejor, aunque sea solo, que quedarse en casa viendo Machos alfa en Netlifx o un Madrid-Girona. 


Es genial que no necesites a nadie pero, salvo honrosísimas excepciones, a todos nos mejora la experiencia que alguien (aquí añadir un «a quien queremos» con las múltiples formas de amor y no alguien a quien no aguantamos y no nos divorciamos por los niños) nos haga las fotos, nos de conversación en la comida o nos ayude a completar la visita con detalles del David que no hemos visto. Y, si hay un poco de pelea, tampoco esta de más. 


En Flowers Miley Cyrus afirma orgullosa que ella misma se puede comprar flores, bailar toda la noche sin acompañante, cogerse la mano o hablar durante horas de cosas que él (evidentemente) no entiende. Para mí es un buen mensaje si entendemos la canción como una cuestión de supervivencia, como un acto pasajero en el que nos sentimos cómodos y a gusto con nosotros mismos, como una forma de no seguir con alguien que no nos aporta o no caer en el primer advenedizo que nos diga cuatro tonterías. Pero, quizás, deberíamos seguir entendiendo como sociedad que el «no necesito a ningún hombre» (o mujer, paz) es tan sano como no perder de vista que, a casi todos, nos gusta infinitamente más que nos regalen flores, que nos hagan mimos o que nos escuchen cuando contamos nuestros banales y mundanos problemas que vivir en una interminable sucesión de tan solo aceptables «masturdatings».  

sábado, 17 de febrero de 2024

Que por ti llore el Tigris

Que por ti llore el Tigris


Libro escrito de forma sencilla (frases y capítulos cortos) pero elegante, narra la historia de una chica iraquí que se queda embarazada de su novio antes del matrimonio lo que, en esa cultura, equivale a una sentencia de muerte. 


Opera prima de Emilienne Malfatto (Francia, 1989) periodista que fue reportera de guerra en Irak, lo que le da verosimiltud al relato. Traducción de Palmira Feixas (que nunca lo ponemos y me parece injusto). 



La escritora tiene dos libros más publicados Les serpents viendront pour toi y Le colonel no dort pas que no he encontrado traducidos al castellano.


Es un libro corto (101 páginas, Editorial Minúscula) narrado en primera persona por diversos personajes (la chica, el novio, los hermanos, la madre..) que transcurre de forma lineal desde el inicio hasta el final sin sorpresas. Muy fácil de leer nos transporta sin excesivos dramatismos a otro país con una cultura que, desde nuestro punto de vista, es inimaginable. Seguramente ese es el mejor punto del libro: poner el foco en unas realidades que vistas desde el primer mundo occidental nos parecen de otro planeta, con mujeres sin ningún tipo de derechos. 


EL río Tigris es espectador que narra desde fuera y no hace más que, combinado con la voz de Gilgamesh (héroe mesopotámico) dar entrada a cada capítulo y otorgarle un toque poético que quizás es lo que menos me ha enganchado del libro.  


Es perfecto para un club de lectura (ha sido la del trimestre en el club de nuestro hospital) porque creo que da pie a mucha discusión filosófica: por ejemplo, con respecto a lo que significa un heteropatriarcado de los de verdad o como Mesopotamia, que es la cuna de nuestra civilización, puede haber involucionado así. 


Es posible que el libro esté bien acabado y que diga lo que quería decir pero he echado de menos que los diferentes puntos de vista (desde cada personaje) tuvieran más profundidad. 


Un libro rápido y fácil de leer (en dos horas tirando largo lo finiquitas), sobre un tema siempre de actualidad como es la discriminación de las mujeres y que puede dar pie a confrontar opiniones y formas de entender la vida. 


Os dejo el link por si lo queréis comprar: 

Que por ti llore el Tigris

sábado, 27 de enero de 2024

Ben Affleck y el padre del niño del patinete

 Ben Affleck y el padre del niño del patinete

Empecemos por algo obvio. No conozco a Ben Affleck. Sé de él lo que sale en los medios y he visto unas cuantas películas en las que participa. Pero, desde el desconocimiento y la distancia, me cae bien. Mucho.

Quizás porque en el primer film en el que lo recuerdo, Persiguiendo a Amy, me sentí identificado con el perdedor que interpretaba, un looser con muy pocas luces y unas oportunidades sentimiento-sexuales únicas que desperdiciaba de forma lamentable. Desde ahí lo he ido siguiendo en sus diferentes trabajos (Mallrats, El increíble Will Hunting, Gone girl) y a través de las noticias frívolas de la prensa amarillista y el maravilloso mundo de X (antes Twitter) y el meme. Además, año arriba, año abajo, es de mi quinta. Ya, él los lleva mejor...



Yo compadezco a Ben. Entiendo por lo que está pasando, pobre. Porque sé que su vida es triste, porque sufre, porque su día a día es de un aburrimiento insoportable que lleva con dignidad cristiana y, en algo que me admira, le da absolutamente igual que todo el mundo lo vea. Se ve en su forma de actuar en las películas, cuando recoge un premio o acompañando a su mujer: sin disimular. La icónica escena (riámonos de Audrey Hepburn fumando o Rita Hayworth y su guante) cuando abre la puerta del coche a su esposa (J. Lo) para acto seguido rodear el coche de forma parsimoniosa hasta  al lugar del conductor y pegar un portazo, con esa pinta de parado que tiene que llevar a la pesada de su suegra a cien kilómetros de casa cuando juega el Barça, me fascina. O cuándo va a comprar donuts, se pega una siesta al sol en un embarcadero o se fuma un piti en la puerta del curro. 


Vosotros que no lo entendéis como yo pensaréis aquello de que «pero si está casado con Jennyfer López (J. Lo para los amigos) que está como un queso», u os dejaréis llevar con la bagatela de que cobra millones de dólares por película (patrimonio aproximado de 150 millones de dólares) o, si sois un poco cuñados, haréis la broma simplona de que le hicieron firmar un acuerdo prenupcial que incluía sexo cuatro días a la semana cuando para vosotros el sexo es tan solo un bonito recuerdo de la juventud. 


Pero Ben sufre, lo sé y en un caso claro de sororidad masculina (si eso existe) lo apoyo: estoy con él a muerte. Ben #yositeentiendo. Si lo encontrara por mi barrio (hay muchos guiris, por qué no), le invitaría a una (o tres) cervezas en el pub inglés más cercano y lo acompañaría de la forma más masculina, y me refiero a la masculinidad de antes, posible, bebiendo juntos sin decir mucho o, mejor, sin decir nada. pago yo.





Me acordé de Ben para este post cuando este domingo íbamos a casa de mi madre a tomar el café tras comer toda la familia en un restaurante de la zona. Contexto: zona bien (antes llamada zona alta). Nos cruzamos con una familia con padre y madre impecablemente vestidos y trío de niños de anuncio de ropa de marca cara, Nicoli por ejemplo, en patinete. Éramos muchos de la familia caminando juntos (cuatro) y posiblemente ocupábamos toda la calzada, más allá de lo que las buenas maneras aconsejan. Somos una familia de delincuentes, qué le haremos. 


El pequeño de los tres niños de anuncio que nos quería adelantar nos ordenó de forma claramente impertinente algo así como «Señores, aparten» acercándose peligrosamente con el patinete. Nótese que el niño fue maleducado pero, a la vez, con un cierto regusto de saber estar, de elegir bien las palabras, huyendo del tuteo: se nota el colegio de pago. Un poco como el «con tacones y tejanos, arreglá pero informal».  




El padre, que iba justo detrás del mini-energúmeno, cerrando la procesión familiar, le increpó  con un «Borja Mari, eres un maleducado» (vale, no recuerdo el nombre pero tiro de cliché) y le recriminó repetidamente su actitud arrabalera, dejando claro que estaba absolutamente hasta las narices (diría que hasta las pelotas pero soy un un fino estilista literario) de ese fruto de su amor. El buen padre se disculpó con nosotros cien veces, aunque de alguna manera parecía, de forma extraña, que el hijo no era suyo y que debía había sido educado por unos feriantes búlgaros. 


Y ahí me recordó a mi amigo (imaginario) Ben. Elegante, vestido de domingo, con una bufanda de ciento cincuenta euros, un abrigo de quinientos, con una mujer guapa y estilosa y tres hijos envidiables (el pequeño no tanto pero las dos niñas parecían creadas por IA como mis fotos) pero con ganas de emborracharse, pedir una máquina del tiempo y volver atrás para liarse con la chica que fumaba porros en el colegio y que ahora debe llevar tatuajes hasta en el escote. 


Porque los ricos también lloran, los que viven en pisos de 350 metros cuadrados también se ahogan en su casa y, por mucho que tengan familias de anuncio, también tienen derecho, como Ben, a estar hasta las pelotas de su preciosa mujer ideal que le obliga a tener sexo cuatro días por semana, de sus hijos de anuncio con los que claudican y aceptan que se comporten como los malos en película del far west, y de tener que pensar en que invierten esos miles de euros de más que les han caído en el bono anual de la empresa o esos milloncejos de su última película.