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sábado, 21 de octubre de 2023

El graduado, la fiesta y el orgullo.

El graduado, la fiesta y el orgullo

Este viernes pasado se graduó Iván, mi hijo mayor: de un doble grado, claro, que si estudias solamente una carrera ya parece que es poca cosa. La ceremonia estuvo francamente bien, emotiva y con unos delegados de clase que demostraron que con veintipocos se puede hablar excelentemente en público, incluso delante de quinientas personas. Padres felices e hijos satisfechos por acabar, por fin, la carrera (todos sabemos que las carreras se hacen largas al final, casi tanto como añoras, al cabo de poco tiempo, no volver a la "facu"). Todos guapísimos: ellos trajeados y con corbata y ellas como si fueran a una boda, con la belleza exuberante que da la juventud. Y yo, feliz como siempre que ves que tus hijos hacen algo bien. 


Al día siguiente, como buen padre feliz, colgué una foto en las redes en las que se nos ve relucientes y recibí muchas felicitaciones de amigos y conocidos con una frase muy repetida: "estarás orgulloso".

La palabra orgulloso tiene la cualidad de que en una frase como ésta es claramente positiva pero tiene toda la carga negativa si alguien te adjetiva con ella con un "eres un orgulloso". El contexto. Venga que me desvío. 

Es evidente que estoy muy orgulloso de mi hijo (de los dos, pero hoy toca hablar del mayor). Creo que lo he estado siempre (bueno, quizás excepto un par de días lo habría colgado de los pies de lo más alto de la estatua de Colón pero, qué menos, que ha pasado la adolescencia) Además, y me parece importante, creo que estoy orgulloso de forma merecida y proporcionada. 

Como soy un tipo raro y diría que mi hijo se me parece (le he pedido aprobación antes de publicar el post, que su vida privada es suya) me sorprendió un poco tanto comentario sobre lo orgulloso que debo estar. 

Soy poco de fiestas. Que mi hijo iba a sacar la carrera con notazas era una evidencia desde el final del primer año de universidad. Diría que desde que vi su capacidad de estudio (esfuerzo) en bachillerato (la intelectual se vio mucho antes) pero siempre queda un pequeño porcentaje de duda. 

La graduación es (para los dos) simplemente el final del camino, que por esperado sorprende menos: en nuestro caso trae consigo una felicidad serena y poco explosiva. Es como ganar una liga con diez puntos de ventaja: estás más orgulloso del equipo que si la ganas de penalty en el último partido, pero la celebración es menos abrupta. 

Tenemos una foto para demostrar el éxito del estudiante y la satisfacción filial y paterna, para decirle a la sociedad que el niño está haciendo bien las cosas y ya tiene estudios. Posiblemente sea la última foto de este tipo que pueda colgar, porque para ver sus logros a partir de ahora (hablamos de carrera profesional) habrá que ir a Linkedin. 

Pero el orgullo con tus hijos es como el trabajo, una línea continua desde que nacen, en los que hay algunos trozos discontinuos que dibujan cuando no te gusta lo que hacen o algunas curvas si se desvían de lo que, para ti, es el camino correcto. 

Mi hijo ha acabado el camino fácil: hasta ahora todo lo que ha hecho ha venido de forma natural, ha seguido simplemente lo que se espera de un chico desde que empieza en el colegio: que acabe la carrera. 

Peor ahora empieza lo de verdad: ha de coger las riendas y tomar sus propias decisiones. Es cierto que, de forma parcial ya lo ha hecho al elegir carrera o, dentro de la misma, al dedicarse más a una rama que a otra, pero ahora viene la parte del león.  El mundo actual tiene muchas más opciones laborales que el de hace 30 años, muchas más posibilidades para acertar pero también para equivocarse, con la suerte de que todos empezamos a entender que el error no siempre es malo, que muchas veces es la antesala del acierto. 

¿Lo veo preparado?: diría que sí, pero es el momento de empezar a saltar sin red, o con una red más endeble, que tampoco nadie se va a retirar de ayudarlo cuando haga falta. 

Para mí también viene la parte difícil que es aceptar que ya no puedo dar órdenes (con lo que me gusta mandar a mí), que esa etapa ha pasado, que a partir de ahora solo puedes sugerir, que puedes intentar influir de forma sibilina para que tome la dirección que te parece correcta, pero sin más. 

Y, por qué no, vienen momentos difíciles como animarlo a que se vaya un par de años fuera de España a seguir creciendo (laboral y personalmente) sabiendo que lo vas a añorar, aunque en la época de whats y las videollamadas todo es más cercano, viendo venir aquello del nido vacío que nos amenaza de forma especial a los divorciados aunque llevemos toda la vida practicando en las "semanas sin". 

Pero eso vendrá en el futuro, ahora solo había que colgar la foto y celebrar el final (con éxito) de su formación. 



Firmado: un padre orgulloso.