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domingo, 14 de septiembre de 2025

El ego. Mi ego.

En estas últimas dos semanas la palabra "ego" ha salido a mi paso, así, de forma distraída, como quien no quiere la cosa. La primera vez, de forma sutil, se acercó en una reel de Instagram en el que Joan Gaspart —para el que no lo conozca, expresidente del Barça—reivindicaba la parte positiva del ego. Afirmaba que fue su ego el que lo llevó a la presidencia del Barça, lugar donde le hizo naufragar estrepitosamente. Para él, el ego era como la energía nuclear: podía ser excelente o podía llevarte a la destrucción.

Pero esta semana, tras un chiste gráfico que colgué en mis historias de Instagram me dijeron —y no fue mi madre— que  tuviera cuidado, que alguien podría acusarme de tener el "ego demasiado grande". 

Este es el chiste gráfico. Para quien no lo sepa, Tres Caminos es mi tercer libro.



Lo acompañé con un #truestory por el que también me preguntaron. Soy un caballero y ni por las opiniones más abyectas, aunque sean sobre una de mis creaciones, obligaría a bajar a una damisela (o "damiselo") de mi coche. 

Vamos a aclararlo, aunque sea innecesario: si a alguien no le ha gustado mi libro, que más de uno habrá por el mundo, no pasa nada. Es libre de opinar, y me seguirá cayendo igual de bien (o de mal) que antes. 

Le dejo a mi amiga, "la del ego", la otra versión, menos creíble. No la publiqué porque Chat GPT y yo no conseguimos entendernos y no le dio la gana de poner el cartel con el texto debajo del chico en la segunda foto. 


Este comentario me hizo reflexionar —estoy en mis últimos días de vacaciones y puedo perderme en naderías —sobre lo que dijeron "l´amic Joan" y mi amiga; si tener ego es bueno o malo. 

Lo primero es aclarar que hablamos del "ego" coloquial, el de estar por casa, el que no tiene nada que ver con Freud y la filosofía. En ese caso, el ego —aquí viene la parte culta del post— es la parte de nuestra mente que organiza, razona y nos permite funcionar en la realidad, manteniendo un equilibrio entre nuestros deseos instintivos, nuestras normas morales y las condiciones del mundo real. Equilibra el "ello" y el "superyo". Es, por tanto, no solo bueno, sino imprescindible. 

Pero la RAE, en su segunda acepción, dice esto "m. coloq. Exceso de autoestima"

O sea, que me están diciendo que el chiste gráfico podría hacer que me acusaran de exceso de autoestima. Gran tema. Peliagudo, pero gran tema. 

De la acusación por el chiste del coche (o de la cama), aplicaré la doctrina Dogbert: "nunca expliques un chiste, nunca te excuses". 

¿Qué es el exceso de autoestima y por tanto, el ego? Uno de los grandes males de nuestra era. Tan terrible y pernicioso como su antónimo, la falta de autoestima. Muchas personas se autoperciben muy por encima del que realmente tienen. Otros, muy por debajo. 

Empecemos dudando, discusión que ya daría para una vida, de cuál es la forma correcta de saber cuál es tu valor correcto. ¿El que te otorgaría un jurado que representara los valores de la sociedad? ¿Qué cualidades puntuarían? ¿Físico? ¿Inteligencia? ¿Simpatía? ¿Empatía? ¿Dinero? ¿Fidelidad? 

Así que cada uno, que tiene la percepción que tiene de sí mismo, tiene que danzar sobre la cuerda floja, haciendo auténticos malabares entre la baja autoestima, la falsa modestia, el ego desmesurado y el narcisismo (insulto que cotiza al alza, muchas veces acompañado del "psicópata").

Es complicado saber lo que uno vale en realidad. Unos días nos amamos con locura y otros no nos aguantamos a nosotros mismos. A días pensamos que nos merecemos yate, Ferrari y top model, y a días creemos que un destierro en la isla de Elba sería el premio justo, escondiéndonos de la sociedad cual parias. A días pensamos que con nosotros se ha roto el molde y otros, que por qué no lo rompieron antes. 
 
Si hacemos caso a lo que ponen en las redes sociales, hay un hiperinflación absoluta de muchos egos. La frase "yo merezco mucho más que esto" no va acompañada, en muchas ocasiones, de unas cualidades que lo sustente. Lo hace, simplemente, de la idea de un ego inflamado en los que, en la mente del (de la) protagonista, uno debería tener el anillo de la novia de Cristiano o el coche del jugador. Sin ser ni listo, ni culto, ni guapo, ni  simpático, ni divertido, ni rico... Poned también en la frase anterior, kista, culta, guapa... Creo que muchos sabéis a que me refiero y no quiero entrar al trapo para no arder en la hoguera.

¿Actuar, cantar, ser deportista profesional y, por qué no, escribir, requiere de un cierto ego? Posiblemente. Y publicar todo el día en Instagram o TikTok. O explicar chistes. O contar anécdotas en una cena. Creer que lo que hacemos va a interesar a un grupo más o menos amplio de persona se asocia a una cierta autoestima.

Quizás, aunque se parezca pero no es lo mismo, a un cierto egocentrismo. A creer que el mundo, de una manera u otra, pueda girar en torno a ti. Que tú eres relevante. 

¿Pero qué seríamos si un leve toque de ego o egocentrismo? Solo creernos un diez por ciento mejores de lo que somos posiblemente nos ayude, de forma paradójica, a mejorar. Lamine sin ego —¿es ego creerse el mejor del mundo cuando posiblemente lo seas?— marcaría la mitad de goles. 

Si escribo como los ángeles (es un suponer, tranquila la audiencia, no se subleven) o estoy como un queso (otro suponer) y lo sé..  ¿es eso ego? No. Pero si creo que soy más guapo que Brad Pitt en Who knows Joe Black, o que, injustamente, no me han dado el Premio Nobel de literatura... sí. 

Evaluar si alguien tiene un ego más grande que el futuro Camp Nou puede ser entre fácil e imposible y, en muchas ocasiones, depende más de las simpatías que despierte que de una justa evaluación de su autopercepción. 

Mi ego y yo nos despedimos de los que hayáis tenido la paciencia de llegar hasta aquí. Y os dejo una foto de cómo sería yo, cargadito de ego. He salido clavado. 





viernes, 12 de septiembre de 2025

El "efecto Corleone" o la simpatía por el mal.

¿A alguien le caía mal Vito Corleone? ¿Algún trastornado en la sala creía algo diferente a que Michael Corleone era un gran hombre que solo defendía a su familia? 

El padrino, esa gran película que es la favorita del casi 100% de los hombres blancos heterosexuales de cincuenta años, nos muestra algo tan humano como inquietante: los malos, por muy malo que sean, nos gustan. O nos pueden gustar.  O, de entrada, nos pueden caer bien.

Pongamos otro ejemplo: el psicópata asesino que interpreta el gran Billy Bob Thornton en Fargo. Con sus valores, discutibles, como los de la familia Corleone, es nuestro amigo desde el primer crimen. No queremos, por nada del mundo, que lo detengan. Y le disculpamos cada asesinato.

Hace unos años leí una entrevista a Risto Mejide, un personaje que no me convence pero que es inteligente (sin duda) y dice cosas interesantes (a veces). Afirmaba que no le preocupaba caer mal, porque es una hecho que no tiene nada que ver con cómo eres. Igual sí con lo que dices. O con cómo lo dices. O con la camisa que llevas. Después, cuando te conocen, puedes gustar o no, y eso tiene un poco más de interés. Que tu auténtico yo agrade es algo que lógicamente nos preocupa: a  unos más y a otros menos. Depende de la necesidad de aceptación social y de lo a gusto que estés contigo mismo. 

Caer bien sin merecerlo es parte imprescindible de este efecto. 

En los libros que he escrito he detectado entre los lectores el "efecto Corleone", y me ha parecido muy curioso. Lo primero es aceptar, como autor, que un personaje que nace de tu imaginación caiga mal y asumirlo con naturalidad. Yo le tengo cariño a todos, y que hablen mal de cualquiera de ellos me rebela, de la misma manera que te indignas cuando un extraño habla mal de tu hijo o de tu mujer. Aunque el angelito sea la piel de Barrabás y tu esposa una arpía. Pero es tu arpía. 

Algunos protagonistas (Seldon de Tres caminos) están escritos para, al inicio del libro, ser antipáticos. Al ser un personaje redondo (que cambia durante la novela) cuando lo atacan diciendo que es un sobrado pienso "¡pero si es un trozo de pan!, ¡esperad a que siga la historia!" Ese sería el efecto contrario al efecto Corleone. Cae mal de forma un tanto gratuita porque sus cualidades superan a sus defectos. 

De mis cuatro libros, en el que me ha sorprendido más la opinión de los lectores ha sido en Lo que sucedió tras la muerte de mi madre. El personaje principal, Miguel, enamora. Y se entiende, porque es más majo que las pesetas. Es el efecto buscado. Pero, ¡oh sorpresa!, el comentario que me han hecho en ocasiones de ese libro es que "es demasiado perfectos". Vaya...  Es más, la crítica de ese libro realziada por una correctora profesional que me dio hasta en el DNI, y a la que no hice ni caso porque si no jamás juntaría dos palabras más sobre un papel, decía que TODOS los personajes eran demasiados maravillosos. Vaya (x2). 

En el libro hay infidelidades y secretos de esos que jamás deberían ocultarse a las personas que quieres. De Miguel, infiel reconocido, siguen pensando que es más bueno que el pan a pesar de. Isabel, sin embargo, que no tiene pecados capitales en su haber, tiene más detractores que fans. Curioso, pero la infidelidad parece más ligera que ocultar secretos o poner límites a tu vida, saber qué es importante y qué no. Para ti, no para los demás. 

En El padrino a Vito se lo perdonamos todo. Un chaval que llega desde Italia se mete en la mafia y va subiendo. Mata a quién tenga que matar. Hace aquello que sea necesario para sobrevivir por terrible que sea. Pero, al menos, como el personaje de Fargo, tiene un código. En este caso la familia, la fidelidad (que ya sabemos que, en teoría, va por delante de todo) y poco más. Las cenas familiares alrededor de una mesa, siempre con espaguetis a la boloñesa y donde no se habla de negocios, el respeto a "la Mamma", el amor por los hijos y por la esposa, aunque le pongan unos cuernos desde aquí a Lima. Unos valores tradicionales que se respetan. ¿Que asesinan y extorsionan a diario? Como diría Billy Wilder, nadie es perfecto. 

Nos daría el efecto Corleone, extendiendo el concepto, para hablar de muchos casos y personajes públicos. Desde aquellos que han visto arruinadas sus carreras por escándalos que eran naderías pero a los que se ha tratado como si fueran genocidas, a otros que, objetivamente, han tenido comportamientos mucho más criticables, rozando o entrando en lo penal, y con los que no ha pasado absolutamente nada. Y no solo en la vida pública, también en vuestros trabajos, en vuestras familias y en vuestros círculos familiares hay personas a las que se les perdona cualquier tropelía y a otros a los que no se les pasa ni una coma mal puesta. 

Sirva este escrito para reivindicar el "Efecto Corleone" y ser capaces de navegar, sin ruborizarnos, entre nuestras contradicciones. Porque, no lo negaré, amo a Vito y Michael Corleone. Y esta foto que nos hicimos en la boda de Connie, es de mis favoritas... 









Os dejo mis libros para que podáis opinar con conocimiento sobre mis "efecto Corleone"


Lo que sucedió tras la muerte de mi madre 



Tres caminos 


Una historia casi real


Mi primer amor era una bruja 











domingo, 7 de septiembre de 2025

María Pombo: entre el elitismo lector y la apología de la incultura.

María Pombo dice que leer no es importante, así que si quieres cerrar el post, tienes una defensora. 

Conozco el personaje desde hace años. De forma tangencial. Por una pareja que la seguía y a la que le parecía interesante y por alguna noticia que leo en las redes. A mí me da pereza. 



Para los que no la conozcáis, una pincelada: guapa y rica, tiene una esclerosis múltiple (relevante porque ella centra parte de su contenido en su enfermedad) y habla de lo que le viene en gana. Todo muy "somos fantásticos", incluso con sus problemas (la esclerosis) y sus debilidades. De estos instagramers que te hacen pensar que eres un desgraciado por un simple proceso comparativo. 

La polémica, algo que le conviene porque aquí estamos muchos debatiendo sobre ella y no del tiempo, vino porque habló de la lectura como quien habla de jugar a las damas. 

Empieza bien cuando dice algo en lo que yo, siendo lector y escritor, estoy de acuerdo. A veces, los grupos de lectores o los lectores extremos se creen que son una élite que habla de los desgraciados que son los no lectores. Como si fueran parias a los que habría que eliminar de la faz de la tierra porque no leen. Y, en eso, no puedo estar de acuerdo. Esta forma de sentirse superiores me parece vacía de contenido, absurda, inútil y sin sentido. Un desprecio gratuito hacia el que no lee. 

Todos los grupos que están unidos por una afición, una cualidad o una habilidad lo tienen: desde los "gymbro" pasando por los artistas, los guapos o los listos. Los que somos aficionados a Bruce Springsteen no entendemos que a alguien le parezca un pesado. Y así les pasa a todos los que tienen una pasión, que no comprenden que no la comparta todo el universo. 

Lo mismo de la ortografía. Si alguien pone "Haber si quedamos", pues lo ha puesto. ¡Qué le haremos! Es posible que en este texto falte una tilde por descuido o por ignorancia. Pido disculpas. 

1-0 para María. 

Pero luego María Pombo se desvía. Mucho. 

Una cosa es que no pase nada por no leer (no son idiotas, no hay que expulsarlos de la sociedad) y otra que afirme que da lo mismo leer que no leer. Como si fuera igual expresarse de forma fluida o torpemente. Como si fuera igual tener una buena educación o una mala. Pues no, María, no. No es que lo diga yo, es que lo dicen múltiples estudios. En múltiples áreas. Mejora la estimulación cerebral; ayuda a concentrarse algo de lo que, en la época de las redes sociales, vamos justitos; expande tu vocabulario; enriquece la conversación en fondo y forma; proporciona  capacidad para desarrollar pensamiento crítico y paralelo... 

Lo acaba de arreglar cuando dice que le gustan los libros de interiorismo, que es algo que le apasiona. Le faltó decir que, además de las fotos, también lee los pies de fotos. Como los hombres de los años ochenta con Interviú. 

La sociedad, en parte gracias a estos instagramers que tienen un punto fuerte (en su caso, moda y estilo de vida) pero opinan de todo, ha conseguido que se cree una apología de ciertas características de las personas que son negativas, intentando blanquearlas hasta que se consideren aptitudes. 

El sobrepeso y la obesidad son malos. No es una cuestión estética. Disminuye la calidad y la esperanza de vida. En Estados Unidos, que siempre nos llevan ventaja en todo, también en la estupidez, en la consulta médica si acude alguien con obesidad les tienen que preguntar algo así como "¿estaría usted confortable si abordáramos el tema de su peso?"

No hacer deporte es negativo. No hace falta hacer triatlones pero practicar deporte de forma moderada tres o cuatro veces por semana es vital para tener una vida larga y de calidad. Hecho incontestable. 

Un preámbulo: cada trayectoria vital es diferente. 

Yo he tenido la suerte de tener una buena educación (colegio concertado de calidad, universidad)  y un buen entorno lector. Recuerdo estar suscritos al Círculo de lectores cuando no había un duro en casa y las librerías repletas. Y sí, mi padre leía Zane Grey (novelas del oeste) y no mucho más. También la calidad de la lectura importa. Pero mejor una novela de tiritos que nada. Mi madre, cualquier tipo de libro. 

Leí hace unos meses, no recuerdo a quién, que una diferencia de la sociedad actual con la de hace veinte años es que ahora ser inculto cotiza al alta. No solo no avergüenza si no que la gente se ríe. Esas entrevistas a la gente joven en que les pregunta por la capital de Francia y dicen cualquier salvajada, pero se descojonan. Porque consideran que no sirve de nada. Que es una idiotez de "boomers". Les da igual saber que no saber. A mí me preguntan la capital de Bosnia y no me acuerdo o la fallo y estoy avergonzado toda la semana... 

Estoy con la instagramer, no hay que ser cruel con nadie. Tampoco por no leer . Que nadie los mire por encima del hombro. Pero María, por favor, desde el poder que te da que te sigan tres millones de personas, deja de hacer apología de la incultura. Y, ya puestos, te recomiendo que leas Fahrenheit 451.

Y si quieres, te hago llegar cualquiera de mis cuatro libros, que tus tres millones de seguidores me irían que ni pintados... 

A los que leéis, os dejo los enlaces aquí para que no perdáis tiempo googleando... 


Lo que sucedió tras la muerte de mi madre
 



Tres caminos 


Una historia casi real


Mi primer amor era una bruja 









 

domingo, 17 de agosto de 2025

Antonio Muñoz Molina, las redes y los titulares.

Estos días se le ha dado mucha caña a Antonio Muñoz Molina —escritor, Jaén 1956— por una entrevista en el antaño periódico de referencia, El País: El titular  “Si hay una salvación posible de este mundo es recuperar la idea de escasez”. 



Críticas por todos lados: porque ¡cómo puede decir eso cuando ganó 100.000 al año por ser director del Instituto Cervantes en NY!, o si lleva un reloj de 10.000 euros. Nuevamente, ha de pedir perdón antes de expresar una opinión porque le ha ido bien en la vida. 

Me he tomado la molestia —algo que creo que el 90% de los que lo critican no hará— en leer el artículo completo. No dice nada especial. 

Es más, todo lo que dice es muy sensato; que habría que educar a los niños en que los melones que comemos tienen un trabajo detrás para ser recogidos; que lo más ecologista es no derrochar; que hemos de ser conscientes de que cuando cambiamos de teléfono generamos basura electrónica que se va a un país del tercer mundo. 

No aboga por no comer melón, no tener móvil o no encender la luz. Se entiende perfectamente lo que dice y es lo que nosotros decimos, o deberíamos decir, a nuestros hijos en casa —y lo que nos habían dicho nuestros padres hace un suspiro—. Que apaguemos la luz de la habitación al salir. Que hay que comerse hoy las hamburguesas aunque no nos apetezcan porque si no caducan. El "esta noche tocan sobras" de toda la vida. 

Él mismo se sitúa en la categoría de privilegiados o a España en el primer mundo. Y lo compara con una situación previa en España —post guerra—en la que  hubo más escasez.   

Os dejo el link.

Artículo

Sin decir nada especial, está todo bien argumentado y es sensato. Pero no ha escapado del fenómeno hater. ¿Por qué? 

Quizás hay dos cosas que chirrían: 

- La primera sería hablar de "escasez". Aquí podrían haber utilizado, por ejemplo austeridad o sobriedad que sería más una decisión personal. Escasez suena a obligación, a situación no deseada. 

- Quizás, el reloj de 10.000 euros, sobra.

Pero por encima de estos dos problemillas, si uno lee el artículo, es difícil no estar de acuerdo a no ser que se empeñe en no entenderlo. En fin, abrazo virtual, Sr. Muñoz Molina. Y mucha paciencia.  


PD. al parecer el reloj es de estar por casa... nada de 10.000 eurazos. Pero ahora se meten con la silla!!!!



viernes, 15 de agosto de 2025

Mis libros, verano 2025 (parte 1)

Piscinas Vacías. Laura Ferrero




Libro de relatos cortos, de esos de los que duran 3 ó 4 páginas a lo sumo. Me lo regaló una amiga que dice que le recuerda como escribo....

Con este preñambulo  es normal que me haya gustado su estilo, sin alardes ni florituras. Sencilla pero bien estructurada, com un toque justo de poesía. Las temáticas son las relaciones de parejas (y, especialmente, las rupturas) y familares. La pérdida está presente en casi todos los relatos. 

A favor: la forma de escribir (claro) y la habílidad que tiene para estructurar los relatos a partir de una metáfora. 

En contra: no me convencen los relatos cortos. Me quedo siempre a medias, sin tener claro que me quiere transmitir el autor.  El otro punto negativo es una cierta repetición en los temas y que abordan problemas muy femeninos con los que me costaba identificarme.
 
Lo mejor del libro: Piscinas vacías, sin lugar a dudas el mejor relato. 


Recomendable. Es una lectura muy agradable pero mejor no del tirón. No es un libro para llevarte a las vacaciones. Mejor, lo dejas en la mesilla de noche y, cada día, un relato.

Diccionario de nombres propios. 
Amélie Nothomb.




Diccionario de nombres propios

Para empezar, soy fan de Nothomb.

Estupor y temblores me parece un libro espectacular, como tantos otros de la autora.

Diccionario de nombres propios es fiel a la escritura de Nothombe que es experta en crear historias originales que parten de la infancia de los protagonistas. 

La protagonista es una niña especial, llamada Plectrude, apasionada de la danza y con una característica sobresaliente: sabe que es diferente. 

El libro, si habíes leído algo de Nothomb, es lo que uno espera al comprarlo. Agradable aunque en ocasiones sea duro, amabe pero con giros dramáticos y argumentos mágicos. 

Sin embargo, aunque uno es aficionado a los "plot twist", no entendí el final... Si alguin lo lee y me lo explica, ¡estaré profundamente agradecido!


La vegetariana
Han Kng

Leer un Premio Nobel no es garantía de nada. Algunos me han aburrido soberanamente (Alice Munro) pero es algo que intento hacer cuando salen premiados, especialmente los que desconozco y de los que no he leído nada, lo que por otra parte es habitual. 

La vegetariana: Premio Nobel de Literatura 2024 (Random House)



Con Han Kang (Corea del Sur, 1970) no me ha pasado. Librazo. Original, duro, bien escrito, con pocos personajes pero muy bien definidos... 

Hacer una sinopsis de la historia sería casi una locura. Decir que habla de una mujer que se convierte en vegetariana sería como decir que El padrino va sobre la mafia y ya. Trata de salud mental, de una mujer que decide dejar de comer por unas pesadillas que la atormentan cada noche y de las reacciones de su familia (marido, padres, hermana, cuñado) 

Un lbro que desde nuestra óptica occidental es más complicado de entender, especialmente la forma de actuar de las personas y de relacionarse entre ellas. Habla de la familia, de la salud mental, de las relaciones de pareja. De los sueños.  Es de aquellos libros que te gustaría que se hubiera elegido en el Club de Lectura porque da para hablar de muchos temas y para ver muchas ópticas de otras personas sobre un texto que se puede interpretar de muchas formas. 

De la misma forma que me ha pasado con otros libros escritos en culturas diferentes, la dureza es menor al saber que no es tu entorno y hay cosas que en nuestra civilización no sasan. 

Un gran libro. Imprescindible a no ser que seas un alma sensible. 

Kiss Cam 


Después de leer La vegetariana tocaba leer algo más "suave". 

Basado en la "pillada" de la Kiss Cam, este libro nos habla, más que de la infidelidad, de la hipocresía de la sociedad sobre una práctica que está mucho más extendida de lo que se reconoce. Prosa ágil y con problemas que podremos reconocer como propios. 


KISS CAM: Una historia de infidelidad y venganza.



Libro corto, fácil de leer y que tiene más trasfondo del que parece por el título. Para leer con calma en la piscina o en casa. 

Recomendable entre lectura profunda y lectura profunda. 


Por si os animáis, os dejo los links de los 4 libros:

Piscinas vacías

Diccionario de nombres propios

La vegetariana

Kiss Cam

miércoles, 23 de julio de 2025

Yo, robot. Tan lejos y tan cerca.

Yo, robot. Tan lejos y tan cerca.

Entre las personas a las que tengo cariño y no he tenido el placer de conocer se encuentra Isaac Asimov. Entre otros logros menores de este doctor en bioquímica se encuentra haber sido, junto a otro mindundi como Hitchcock con sus Los tres investigadores, el haberme aficionado a la lectura. 

    No soy consciente de todos los libros de ficción que he leído de Asimov. Más de diez, seguro. Recuerdo varios de Lucky Starr y la trilogía de Fundación, con sus precuelas y secuelas. Pero, por encima de todo, cuando oigo su nombre, pienso en las tres leyes de la robótica.

Para quienes no las conozcáis, aquí os las dejo:

Primera Ley: un robot no hará daño a un ser humano, ni por inacción permitirá que un ser humano sufra daño.


Segunda Ley: un robot debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si dichas órdenes entran en conflicto con la primera ley.


Tercera Ley: un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o la segunda ley.

El año pasado recuperé de mi librería de soltero Lucky Starr, el Ranger del espacio. Me recordó mis lecturas adolescentes y poco más. Fue interesante leer un libro cuyas páginas se han vuelto mates con el paso del tiempo, y que hay que manipular con cuidado porque las hojas se van despegando del lomo. Detrás de ese libro, entretenido sin más, solo se intuye el genio de Asimov. Pero volver al pasado, a veces, es bonito

    Leyendo Yo, robot (nada que ver con la película, por cierto), también rescatado del baúl de los recuerdos —como podéis ver en la foto—, recordé por qué Asimov es (¿era?, ¿hay que utilizar el pasado cuando alguien muere?) un genio, un adelantado a su tiempo, tratando temas que hoy vuelven a estar en el centro del debate.

Como Orwell en su 1984, donde nos habla de unos líderes que todo lo ven y todo lo oyen, Asimov, con sus robots y sus tres leyes de la robótica, nos enfrenta —setenta y cinco años después de la publicación de Yo, robot en 1950— a los límites de la inteligencia artificial. La que tenemos y, sobre todo, la que vendrá.

Yo, robot cuenta historias (es una recopilación de nueve relatos cortos previamente publicados entre 1940 y 1950 en revistas de ciencia ficción) en las que los robots no se comportan como estaba previsto, y muestra los conflictos que pueden surgir al aplicar las tres leyes. En las dos últimas historias se plantea un debate más amplio: si un mundo gobernado por máquinas —pero regidas por las tres leyes— podría ser mejor. Y si los humanos aceptaríamos no estar al mando a cambio de un resultado óptimo: sin hambre, sin guerras, con progreso para todos. Da que pensar. ¿Cederíamos voluntariamente el control si supiéramos que el resultado sería ideal?

Haciendo un paralelismo con nuestra época, y cambiando “robots” por “IA” (que vienen a ser, más o menos, lo mismo si le quitamos la carcasa metálica), me llama la atención que nadie se haya preocupado por establecer unas “leyes de la robótica” para la inteligencia artificial, tanto la actual como la que viene. Al menos que yo sepa. O, si las hay, que no se haya discutido de forma pública. Claro que, si Elon Musk tiene su propia IA, una idea que se base en regular el proceso ya parece, de entrada, descabellada.

La IA (los robots con IA) será buena o será mala dependiendo de la regulación, de si está enfocada a mejorar la vida de los humanos o no. Y, lo más importante: si beneficiará a la humanidad en su conjunto o solo a unos pocos. Veo a alguien como Bill Gates liderando ese proyecto, pero no a Elon Musk.

Asimov, a diferencia de Orwell, no imaginó un futuro distópico, porque siempre dibujaba un mundo en el que los robots mejoraban la situación previa. ¿Un mundo ideal? No. Uno con problemas, siempre con una cierta  inquietud de que los robots fueran más allá de los límites... pero, sobre todo, de que los humanos cruzaran la línea y crearan algún robot sin las tres leyes de la robótica. Un mundo en el que los robots nos ayudarían a ser mejores.

¿Será capaz la IA?

        Para los que no tengan alergia a leer libros de hace 75 años... os dejo el link Yo,robot

sábado, 3 de mayo de 2025

Microrrelatos, cultura inquieta 2025.

En abril cultura inquieta organizó un concurso de microrrelatos. 

2200 carácteres (con espacios) para explicar una historia. Pocos pero suficientes. Es la primera vez que participo en algo parecido... a ver cómo acaba el tema (aix que nervios!!!) 

Dos historias de signo contrario, una de desamor y otra de ilusión por una nueva relación. 

Os las dejo aquí, ¡que alguno andaba preocupado/a por si había perdido la fe en el amor mientras que otros pensaban que sonaban campanas boda en breve! Supongo que he de mejorar como colgar cosas en insta..


Un año de perro.    

    Se acercaba nuestro primer aniversario. Un año desde el día en que la acompañé al portal de su casa y la besé. La prioridad del día era decidir su regalo pero me sorprendí pensando que parecía que había transcurrido una eternidad desde ese beso. 

   El tiempo no es lineal. Una hora se puede moldear, variando su duración desde un suspiro hasta una eternidad. Qué decir de un año, periodo que partimos en trescientas sesenta y cinco fracciones, en las que puede pasar desde una gran nada hasta un perfecto o terrible todo. Nuestro álbum puede mostrar solo cumpleaños, una playa y unas mesas con marisco en Navidad o, por el contrario, dejar constancia de un torbellino de acontecimientos: primeras citas, besos y viajes. Más carcajadas que lágrimas. Ni los malos momentos ni los más importantes e íntimos suelen  inmortalizarse ni deben hacerse presentes en Instagram. 

    Un año de perro es un extraño concepto que Gala me enseñó: un año vivido intensamente cuenta como siete, haciendo el equivalente de la esperanza de vida entre mascotas y dueños. Esta variabilidad nos ayuda a conocer a las personas, algo que solo conseguimos en las dificultades y cambios. Cuando los problemas nos ponen en aprietos, cuando la vida nos pone al límite de nuestra resistencia sale a la luz nuestro verdadero yo y el de las personas que nos rodean. 

    Un compañero para irte de cena y tener sexo un fin de semana en Formentera, tras día de playa y comida en Es Molí de Sal no es difícil de encontrar. Conocer a alguien con quien superar un año de paro en el que todo te sale mal y solo quieres estar estirado en la cama, y ver series, es, por el contrario, un tesoro que pocas personas encuentran. 

    Mi año junto a Gala había sido de perro. La repentina muerte de mi mejor amigo y unos meses en el paro de Gala fue como la vida nos puso a prueba. Y la habíamos pasado con nota. Superar juntos dificultades creó amor de muchos quilates, sin impurezas ni artefactos. Una unión de las que perduran, de las de hasta que la muerte nos separe. Apuré el café y me centré en el regalo, convencido de que tras esos «siete» años de relación la única opción válida era un anillo de pedida. 

@culturainquieta @iberdrola #relatoexprés2025


Cinco 


  Cinco. Ni una más ni una menos. Cinco. Esas son las veces exactas que un hombre puede caer enamorado y levantarse, las que uno puede dejar que su corazón se rompa sabiendo que renacerá, que volverá a amar. Lo supe la tercera vez, y desde ese día ya han pasado dos más… 

    Elena no fue solo el quinto fracaso, fue el último. El final. Mi final. Las lágrimas que vertí (sonoras, abundantes, excesivas) no fueron solo por ella. Lloré por esas cinco mujeres a las que me entregué pero, sobre todo, por las cientos que ya nunca llegaría a conocer, a las que no dejaría acercarse a intentar enjugar mi tristeza. 

    Tatuó Elena una quinta cicatriz que multiplicó la fealdad de las anteriores, que me impide esconder mis defectos y mi cansancio ni una sola vez más. Sobre todo el cansancio… ese peso terrible que se sienta en mi mirada, cada día más vieja, cada abrir de ojos más alejada de la frescura y levedad de la primera vez. Una primera vez que, por desgracia, sigo recordando con la falsa nitidez de lo perfecto. Su marcha, de la que no puedo culparla, dejó al descubierto un alma tan aterradoramente hastiada que lo humano es no volver a enseñarla.

    Me quedan años de una existencia que ya nunca tendrá el mínimo sentido. Una vida sin amor es un atardecer nublado, frío y ventoso en el que nadie te abraza. ¿Para qué planear un fin de semana si no habrá una mano que te guíe por una nueva ciudad? 

    Podéis llamarle rendición. O cobardía. O la sabiduría que la edad y la experiencia otorga. Mis sentimientos tienen tantos nombres como el diablo y tantas caras como la mentira.  

    Aceptado mi gris futuro solo un miedo me queda, que, al acabar la noche y las lágrimas, cuando llegue de forma tozuda y premeditada un nuevo día, cálido y soleado, una nueva mujer, bella, simpática y divertida, llame a mi puerta. Quizás ese día ya no recuerde que no puedo ofrecer más que dolor, rencor y fealdad, y comparta mi desgracia con una mujer que estará desperdiciando su quinta oportunidad. 

 @culturainquieta @iberdrola #relatoexprés2025

Si os ha gustado, ¡¡animaos con mis libros!!!